Lánzales un gran escupitajo en todo el maquillaje que llevan en sus tristes caras, comparte un poco de tu saliva caliente. Guíñales el ojo si te miran mal, sonríeles y muéstrales tus dientes si desean compartir sus salivas contigo. Y si intentan perseguirte no corras, apunta directamente en sus ojos, comparte lo que tienes dentro.
No esperes que toquen tu puerta con Biblia en la mano, no esperes que lleguen en porta tropas a tu ciudad, no esperes que lleguen a hipotecar tu casa. ¡No los esperes, ve por ellos! Encuéntralos en centros parroquiales, comisarías y bancos. Sus frías, rutinarias y aburridas vidas necesitan de tu solidaridad por medio de una composición orgánica originada desde dentro de tus sistemas y que pueda deslizarse con delicadeza. Tú la tienes, está dentro de ti. Pero sobre todo, por que lanzársela no le cuesta dinero a nadie. Por el contrario, será la cuota más grande de placer que podamos sentir.
Así que si tú también deseas que la mísera vida que llevas tenga cuotas de amor empieza por escupir en la gente. Ellas, aunque malagradecidas, lo necesitan y, ciertamente, nosotros también.
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